Laura G. De Rivera da visibilidad en el reportaje “El cannabis que se fuma hoy es tres veces más tóxico que hace una década” a un tema que lo requiere. Así lo consideró el Jurado de los I Premios de Periodismo de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental – FEPSM, que decidió que su trabajo era merecedor del galardón, en la categoría Prensa escrita y digital, por su rigor científico y su capacidad de sensibilizar al público sobre los riesgos psiquiátricos del consumo de cannabis, contribuyendo a que los lectores comprendan mejor los mecanismos de riesgo, la vulnerabilidad individual y las consecuencias a largo plazo del uso temprano o intensivo de esta sustancia.
Para su autora, este reportaje surgió con el objetivo de cubrir una necesidad social. “Percibí en jóvenes y familias la necesidad de tener información de primera mano y de fuentes científicas y fiables sobre las consecuencias que el cannabis que se vende hoy (3 veces más tóxico que hace una década) tiene en la salud mental de esas generaciones que serán los adultos del mañana -asegura-; la información es poder y este artículo pretende entregar ese poder a la gente, a la sociedad”.
A lo largo del reportaje, publicado en SINC, la periodista explica que los porros que se fuman hoy no son como los de antes, sino mucho más tóxicos para el cerebro. Aporta datos, como que hasta un 30 % de los casos de esquizofrenia entre varones jóvenes (de 21 a 30 años) se habrían evitado si no hubieran fumado cannabis desde la adolescencia; que casi un 50% de los pacientes que entran en la Unidad de Psiquiatría del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón con brotes psicóticos dan positivo en cannabis; que un estudio longitudinal publicado en 2012 por la psicóloga Madeline Meier, de la Universidad Estatal de Arizona, demostró que los jóvenes fumadores de cannabis pierden hasta 8 puntos de su coeficiente intelectual en 25 años; y que el consumo de cannabis multiplica por 9 las posibilidades de aparición de cualquier trastorno psiquiátrico, en función de la edad —cuanto más joven, peor impacto tiene en el cerebro— y de la cantidad de THC que se consume.
La elaboración de este reportaje ha servido a Laura G. de Rivera “para reafirmar mi visión de los profesionales de la psiquiatría como personas con una profunda vocación de servicio. Mi trabajo ha sido hacer de intermediaria al comunicar su preocupación por concienciar sobre un grave problema de salud pública como es este: una sustancia percibida como inofensiva que, sin embargo, puede marcar la diferencia entre que un joven tenga una vida digna o se vea atrapado en la tragedia (para él y para su familia) de padecer una enfermedad mental grave. Tener información real sobre estos riesgos puede ayudarnos a las personas de a pie a decidir y posicionarnos de forma más consciente ante esta droga”,
