Los conflictos bélicos, desde las disputas tribales hasta las guerrillas o las guerras de gran alcance, tienen sus raíces en mecanismos psicobiológicos que provienen de la historia evolutiva de nuestra estirpe. Factores como la competición intergrupal, la agresividad ofensiva y el tribalismo han moldeado la propensión humana a guerrear. A pesar de los avances educativos, tecnológicos, económicos y morales en las sociedades humanas, las causas primarias de los conflictos bélicos siguen siendo las mismas que desde los albores de la humanidad.
Este planteamiento sostiene la ponencia “La Guerra Infinita: vectores psicobiológicos”, impartida por el Dr. Adolf Tobeña, catedrático emérito de Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), quién cuenta con una amplia trayectoria en la investigación en neurobiología de las emociones. Dicha ponencia se ha presentado en una sesión plenaria durante el Congreso Nacional de Psiquiatría, que se ha celebrado en Donostia-San Sebastián. Su conferencia se basó en el ensayo: La Guerra Infinita: De las luchas tribales a las contiendas globales.[i]
El especialista desgranó los diversos factores biológicos y sociales que sustentan la competición entre grupos y las coaliciones combativas, ofreciendo una perspectiva unificada sobre las raíces de los conflictos bélicos, tanto en sus formas más sencillas y primitivas como en los escenarios contemporáneos más tecnificados y destructivos.
El Dr. Tobeña subrayó que “la guerra no es una invención humana reciente, sino que tiene profundas raíces en la biología de los animales sociales, incluidos los humanos. Esos mecanismos, que fueron esenciales en la trayectoria evolutiva de nuestra estirpe, todavía juegan un papel relevante en los conflictos contemporáneos”. Enfatizó que los seres humanos “han perfeccionado los procedimientos guerreros, aplicando técnicas armamentísticas y estrategias cada vez más sofisticadas, aunque los arietes básicos siguen siendo los mismos: la lucha por la primacía y los recursos, la defensa del grupo y la agresividad ofensiva”.
Competición intergrupal: el motor de los conflictos.
“La guerra no puede entenderse sin la competencia entre grupos”, sostuvo el Dr. Tobeña, quién añadió que “este proceso, fundamental para la guerra, es universal y se da en muchas especies animales, pero en los humanos ha adquirido atributos peculiares a medida que las sociedades se han vuelto más complejas”. “La lucha por recursos escasos o altamente codiciados, por territorios y por poder ha sido una constante en el devenir de los humanos. Desde las hordas de aborígenes, las primeras ciudades y feudos, hasta los conflictos actuales, la competencia entre grupos sigue siendo el motor esencial de los enfrentamientos”, agregó.
El especialista subrayó que “en las sociedades primitivas, los clanes y tribus luchaban por prevalecer en entornos exigentes”. Esa tendencia se mantiene en los conflictos contemporáneos, donde los estados compiten por dominios estratégicos, recursos codiciados o influencia global”. Según su análisis, esa predisposición competitiva es uno de los factores clave que explican la propensión humana a repetir guerras.
Agresividad ofensiva: una capacidad singular de los humanos.
El Dr. Tobeña destacó la notoria habilidad de los humanos para la agresividad ofensiva. A diferencia de otros animales, los humanos no solo reaccionan ante las amenazas, sino que también son capaces de planificar y ejecutar ataques preventivos y ofensivos. “La agresividad ofensiva humana es mucho más versátil y sofisticada que en otros primates. Ese atributo permitió crear unidades militares bien entrenadas y disciplinadas, y tácticas cada vez más complejas”.
Señaló que desde las emboscadas o las razzias en épocas tribales hasta las incursiones solapadas y arrasadoras que permiten la alta tecnología y la inteligencia, en los conflictos actuales, la agresividad ofensiva ha sido un factor decisivo en el éxito militar. La disposición a atacar primero, mediante tácticas bien planificadas y golpes decisivos, ha permitido a los grupos humanos conquistar y dominar a otros, consolidando su posición.
Tribalismo y moralidad tribal: las fronteras entre “nosotros” y “ellos”.
Otro factor crucial que impulsa los conflictos bélicos es el tribalismo. Los seres humanos tienden a dividir el mundo en “nosotros” y “ellos”, lo que genera un fuerte sentido de pertenencia grupal. Este “favoritismo intragrupal”, según el Dr. Tobeña, “fomenta la lealtad y el compromiso hacia el propio grupo, mientras que los miembros de grupos ajenos son percibidos como adversarios hostiles”. “El tribalismo es el ariete que convierte a los otros en enemigos a subyugar o liquidar, facilitando la justificación moral para atacarlos”, indicó el Dr. Tobeña.
Ese mecanismo psicológico opera en los lindes entre todos los grupos y sigue siendo una fuerza poderosa en los conflictos actuales. “A medida que las tensiones entre grupos vecinos aumentan, las diferencias se amplifican y la violencia se justifica en nombre de la protección del propio grupo. El tribalismo, junto con la moralidad tribal, crea una atmósfera donde la agresión hacia el otro grupo es no solo aceptable, sino también vista como una virtud apreciada”.
La relevancia de los mecanismos psicobiológicos en las guerras en curso.
Durante su exposición, el Dr. Tobeña también hizo referencia al ensayo Big Wars, Again: Psychobiological Vectors, publicado en la revista Psychology[ii]. En dicho artículo conecta esos mecanismos básicos con las contiendas bélicas actuales, como las guerras en Ucrania y en Palestina. “A pesar de las sofisticadas y variadas tecnologías bélicas usadas en esos enfrentamientos, los arietes psicobiológicos que nutren las propensiones hostiles y dominadoras siguen siendo los mismos. La guerra ha vuelto a lugares cercanos y a sociedades avanzadas porque en esas contiendas crepitan los mismos vectores que han sustentado la competición entre grupos humanos desde siempre”, señaló.
En ese artículo, el Dr. Tobeña resaltaba, asimismo, el papel decisivo de los liderazgos fuertes en la movilización de efectivos y en el mantenimiento del esfuerzo bélico. El liderazgo efectivo, capaz de cohesionar y arrastrar a multitudes, junto a la competición intergrupal y al tribalismo siempre presentes, crean combinaciones peligrosas que acercan el umbral de la colisión letal.
“Comprender esos factores psicobiológicos es clave para entender el estallido y el curso no solo de los conflictos bélicos actuales, sino también para prever futuros enfrentamientos y mejorar los resortes y las instituciones dedicadas a la prevención de las guerras. Solo con análisis sistemáticos que incorporen esos mecanismos será posible avanzar hacia futuros menos sombríos”, concluyó.
[i] Tobeña, A. & Carrasco, J. (2023). La Guerra Infinita: De las luchas tribales a las contiendas globales. Plataforma Editorial. ISBN: 978-84-19655-82-0.
[ii] Tobeña, A. (2024). Big Wars, Again: Psychobiological Vectors. Psychology, 15, 1067-1085. https://doi.org/10.4236/psych.2024.157063